miércoles, 7 de abril de 2010

Mr. Músculo y la construcción de Género





Nuevamente aparece como algo cotidiano una publicidad, en este caso de una reconocida marca de detergentes.
¿Qué es lo que podemos observar en ella? Una muchacha constantemente solicitando ayuda para las tareas cotidianas, como ser el trabajo en la oficina, el supermercado y la limpieza  en la cocina. En las dos primeras consigue socorro, ya en la última no.
Para que esta mujer solucione su dificultad diaria aparece un ser de fantasía, llamado Mr. Músculo, quién indicará cuidadosamente lo que se debe hacer y de que forma; casi como si la muchacha fuera una especie de a-lumno(sin luz) .
Luego de su exposición magistral (acerca de cómo limpiar), este pseudo-duende de la cocina se retira. Lo más curioso es que luego de su presentación y explicación huye despavorido, sin siquiera quedarse a ayudar a su estudiante.
Todos podemos decir, qué bueno  de que exista un producto que nos aliviane las tareas de la casa, que nos requiera un menor tiempo,  que apareciera alguien que nos entregue una formula mágica. A través de esta publicidad lo que se pretende generar son justamente estos pensamientos para que salgamos corriendo a comprar dicho producto.
Pero en este caso,  a lo que prestaremos especial atención a otro punto, a otro mensaje, que seguramente pase desapercibido; el estereotipo  de mujer que se está jugando en esta propaganda.
Una imagen de mujer poco capaz, que precisa del auxilio masculino constantemente. Luego de implorar varias veces se sale con la suya y aparece una  figura más, que le dice lo que tiene que hacer y luego la abandona.
La publicidad transmite constantemente imágenes que van integrando nuestra subjetividad, y van generando formas de ver el mundo y a los demás; en este caso al sexo femenino.
Sin duda alguna, esta propaganda está hablando acerca de los lugares que ocupamos hombres y mujeres en la sociedad y la cultura.
Y cuando menciono estos “lugares”, no dejo de referirme a las construcciones de Género, el cual podemos entender como: “la suma de valores, actitudes, papeles, prácticas o características culturales basadas en el sexo. El género, tal como ha existido de manera histórica, transculturalmente y en las sociedades contemporáneas, refleja y perpetúa las relaciones particulares de poder entre el hombre y la mujer” (Romero. L, 2001).
De esta definición podemos entender que, el Género es una construcción cultural, o sea un invento, que varía según las distintas épocas  y países.
Asigna determinadas conductas, reacciones y actitudes  que marcan diferencias entre un sexo  y el otro, o sea, que es lo esperado tanto para un hombre como para una mujer.
Para ello la cultura juega una papel preponderado a través de la educación en los primeros años de vida, distintos colores, distintos juegos, distintas actividades, etc, etc. El punto aquí,   es que estas distinciones tienen agregado diferencias valorativas.
O sea, cuando a una indudable diferencia biológica le agregamos por ejemplo,  decir: “las mujeres son menos…”, o “los hombres son más…”, aquí es donde reside la injusticia; cuando a través de los lentes de la cultura dominante  desvalorizamos al otro.
Y esto lo podemos ampliar a todos los órdenes de la vida y de lo cotidiano, cuando a través de la diferencia, ya sea, de raza, ideología, nacionalidad, religión, orientación sexual, edad, etc, etc, rebajamos al otro.
Tendríamos que poder ver a las personas por lo que realmente son y no por construcciones de la cultura atravesadas por el poder, donde unos valen menos que otros.
La diferencia (que bienvenida sea) entre los seres humanos reside en nuestra actitud y decisión, y nuestra igualdad está dada por nuestra capacidad para ser LIBRES.
Teniendo en cuenta esto, es que nos podemos sentir cada vez más cercanos al que es distinto de nosotros y enriquecernos mutuamente.