miércoles, 4 de mayo de 2011

Adultos: ¿Referentes para el Sentido?

En esta ocasión trataremos el tema de los adultos en relación a los adolescentes y la importancia en la formación de los mismos. La cual no solo se basa en proporcionar un sostén físico y psicológico, sino también en el acompañamiento en la búsqueda de sentido para el adolescente.
La adolescencia la podríamos caracterizar como un tiempo en el que se producen grandes cambios en todas las dimensiones de la persona. Supone también un pasaje de la niñez a la adultez. Dicho proceso se compone de dos elementos, el primero es la separación de las figuras paternas,  que produce una “salida” del seno familiar y el segundo  presume el ensayo de roles adultos.
Con esto nos referimos, a que el adolescente aprende a descubrir el mundo que lo rodea, investigando, explorando, consultando, observando por sí mismo. Ello se origina porque ahora tiene una visión más realista de sus padres, y los percibe como personas que también se equivocan y tienen defectos (lo cual no sucedía en la niñez).
Es por ello que lo social empieza a tener mayor  peso en su vida, ya que fuera de su casa puede hallar otras figuras que le proporcionen información de cómo ser aceptado en la sociedad adulta.
En este punto toman importancia figuras de la televisión, profesores, cantantes, deportistas, actores,  adultos con cierta importancia en la sociedad actual; y también cobra notoriedad el grupo de pares. El cual le proporciona al adolescente contención emocional, distanciamiento de los padres, aceptación, etc., es un pequeño ensayo de lo que significa estar en sociedad.
Es con otros, distintos a sus padres, que el adolescente va construyendo su  personalidad, pero por ello las figuras paternas no pierden importancia, ya que continúan siendo referentes. Para ejemplificar esto, podemos usar la comparación con un Faro, mediante el cual a la distancia,  señala los obstáculos y nos permite tomar el camino correcto. Dicho aspecto es fundamental, porque el adolescente está ingresando a un ambiente que hasta hace unos años le era muy poco conocido. Si bien es una tarea fascinante, no está libre de conflictos, ya que muchas veces, los límites serán cuestionados y contra-argumentados con gran  pasionalidad.
Para llevar esto adelante, necesitaremos cumplir con determinadas características, ser cercano, firme, abierto, enviar mensajes claros, no escandalizarse, aceptar al adolescente tal cual es, ser exigente, dialogar, interesarse por las cosas que les gustan, estar dispuesto a que ser cuestionado, poder sostener nuestras convicciones, pero sin ser rígidos; existen otras más, pero éstas nos permitirán poder acompañar al que está en el tránsito de la adolescencia.
Poder practicarnos en dichas virtudes, nos permitirá brindar un sostén, una contención, pero el adolescente no solo necesita esto, sino que también requiere de perspectiva de futuro, que le brinde seguridad y certidumbre, para poder afrontar de la mejor manera esta etapa.
La necesidad va a ser cubierta por la construcción de un Proyecto de Vida, el cual va a ser conformado por preguntas como las siguientes: ¿Quién soy?, ¿Cómo soy?, ¿De dónde vengo?, ¿Hacia dónde voy?, ¿Cómo voy?, ¿Qué quiero para mi vida?, ¿Cómo hago para lograrlo?;¿Cuáles son mis ideales y valores?; y una infinidad de cuestionamientos más, los cuales tendrán que ser resueltos de la mejor manera posible, en éste tiempo.

Genera mucha angustia no encontrar respuesta en los adultos a los cuales se les plantean estas interrogantes.
Por lo que hemos visto, en dicha etapa no solo se producen grandes cambios en las dimensiones bio-psico-social, sino que irrumpe con mayor fuerza la dimensión Espiritual (de la cual hemos hablado en la edición anterior). Poder tomar contacto con éstos contenidos genera una ampliación en el horizonte y provee de herramientas para afrontar la vida.
En este punto surgen cuestionamientos acerca de nuestro rol, ¿Estamos capacitados para acompañar en éste ámbito de la vida?, ¿Nosotros los adultos, intentamos encontrarle sentido a la existencia?, ¿Aportamos a una sociedad que busca Sentido?, o vivimos en la superficialidad del mero consumismo, ¿Miramos el futuro con optimismo?; o caemos en el desencanto de ésta época, ¿Estamos dispuestos a esforzarnos para el  desarrollo de personal?; o no soportamos que se nos cuestione.
Es necesario que podamos hacernos éstas preguntas e intentar respondérnoslas, ya que si bien, el adolescente observa al adulto de “reojo”, cotidianamente nos toman como modelo para construir su vida.
De ésta manera pudimos observar lo fascinante que es la tarea de acompañar adolescentes y su tránsito, pero mejor aún es que para ayudarlos a crecer, primero debemos hacerlo nosotros. 


(*)Artículo publicado en Revista Vocación. Año 9. Número 39. Mayo 2011.

martes, 1 de marzo de 2011

Lo perdurable en la pareja.

La época actual presenta como una de sus propuestas, mayores medios para generar nuevos vínculos, los cuales tienen como característica la superficialidad y lo efímero. Esto también se ha trasladado al vínculo de pareja, que será el tema que trataremos en esta ocasión.
Mi pregunta sería: ¿Existe alguna forma de hacer perdurables los vínculos de pareja?, ¿Qué es lo realmente perdurable en dicho vínculo?, ¿Se puede contribuir a ello?
Como primer intento para comenzar a responder dichas preguntas, podemos plantearnos como se inicia una pareja; surge de una atracción entre dos seres humanos. En primera  instancia, ésta es  física, ya que somos seres con un cuerpo- dimensión biológica- lo cual habla de la humana materialidad que poseemos.  Sin duda alguna, nos encontraremos con nuestra sexualidad, entendida en sentido amplio.
Otra forma de atracción, es la que surge de los atributos de la propia personalidad-dimensión psicológica-, es decir la forma de reaccionar, la forma que nos expresamos, los hábitos,  el carácter, virtudes, defectos, cualidades anímicas, etc. Esta dimensión está ligada a nuestra capacidad para la seducción.
Hasta aquí hemos explorado dos niveles de entender la atracción en la pareja,  podemos decir que esta forma de comprender es bidimensional, es decir  bio-psicológica.
Perfectamente una pareja se puede fundar en base a estos niveles, pero  el transcurrir del tiempo, probablemente presente las siguientes dificultades: tanto lo biológico como lo psicológico decaen, o sea, el cuerpo ya no es tan atractivo como al principio, y los defectos de nuestra personalidad estarán más acentuados. Esto unido al estrés diario y la rutina, ira desgastando poco a poco la pareja, terminando en una ruptura, en el desinterés mutuo o en un  total replanteamiento.
Pero el ser humano no puede ser comprendido solo en dos dimensiones, sino que es necesario integrar una más: la Dimensión Espiritual o Noética (Nous en griego, significa espíritu.). Este es un concepto ampliamente trabajado por la Logoterapia.
Podríamos decir que es lo que nos identifica plenamente como seres humanos, ya que las demás dimensiones las compartimos con otras especies.
Para clarificar un poco más, citaremos a David Guttman(1998): “La dimensión noética es como el “tórax médico” de la logoterapia que contiene todos esos preciosos recursos del espíritu humano capaces de ser empleados por el individuo para contrarrestar la enfermedad y los traumas que la vida acarrea:
  • Nuestra voluntad de Sentido.
  • Nuestras metas y objetivos en la vida.
  • Nuestra creatividad
  • Nuestro amor (más allá de lo físico)
  • Nuestra conciencia.
  • Nuestro sentido del humor.
  • Nuestro compromiso.
  • Nuestras ideas e ideales.
  • Nuestra imaginación.
  • Nuestra responsabilidad (habilidad de respuesta)
  • Nuestra Auto-conciencia.
  • Nuestra compasión y perdón
  • Nuestra consciencia de la mortalidad
“La dimensión Noética contiene la esencia de la vida. Es la dimensión donde adoptamos decisiones, donde tomamos determinaciones (incluso contra las limitaciones del cuerpo y de la psique), o, en síntesis, es nuestro núcleo sano. Como la dimensión noética no puede enfermar, sino sólo bloquearse por la enfermedad biológica o psicológica”(Idem).
Esta forma tridimensional de comprender al ser humano,  nos puede dar otras pautas para acercarnos a lo perdurable en la pareja.
Aquello que hace trascendente al vínculo de pareja, es la Dimensión Espiritual, ya que al reconocerla primero en uno mismo,  se puede luego  identificarla en el otro; dando una nueva profundidad y elevación a la relación.
La integración de ésta capacidad tan humana, hará que la otra persona se vuelva realmente única e irrepetible.
Cuando la pareja empieza a transitar éste camino, la atracción se basará en la sexualidad, la seducción y el en uno de los valores más altos, el amor.

A propósito de esto, Frankl nos dice: “Por el acto espiritual del amor, se es capaz de contemplar los rasgos y trazos esenciales de la persona amada; hasta contemplar también lo que aún es potencialidad, lo que aún está por desvelarse y por mostrarse. Todavía hay más: mediante el amor, la persona que ama posibilita al amado la actualización  de sus potencialidades ocultas.”(El hombre en busca de sentido, pag134.)

De esta manera podemos ver, que lo perdurable en la pareja es el amor vivido como un valor, que nos permite salirnos de nosotros mismos-autotrascendernos-para buscar lo mejor en la persona amada.
Incluso esta capacidad nos permite trascender la presencia física de la otra persona, Frankl nos cuenta su experiencia en el campo de concentración: “Intuí como un hombre, despojado de todo, puede saborear la felicidad-aunque solo sea un suspiro de felicidad-si contempla el rostro de su ser querido. Aún  cuando el hombre se encuentre en una situación de desolación absoluta, sin la posibilidad de expresarse por medio de una acción positiva, con el único horizonte vital de de soportar correctarmente-con dignidad-el sufrimiento omnipresente, aún en esa situación el hombre puede realizarse en la amorosa contemplación de la imagen de su persona amada”(pag 67)
A través de esta reflexión pudimos ver  como lo perdurable-trascendente- en la pareja, es el amor cimentado en el mundo de los valores.

(*)Artículo publicado en Revista Vocación. Año 9. Número 38. -marzo 2011.

viernes, 31 de diciembre de 2010

Deseos de un año pleno de Sentido.

Queridos/as Acompañantes: Primero que nada para finalizar éste año, es necesario agradecer, por lo compartido en este espacio perdido en la trama virtual, pero enriquecido por sus aportes. Muchas gracias por hacer eco de las ideas, que uno  ha rumiado en el corazón y la mente. Ha sido para mi una gran experiencia aventurarme a escribir, y compartir lo que he recolectado en el sendero de la existencia.
Les deseo un año pleno de Sentido y mucha claridad para responder las preguntas que la vida no cesa de realizar.
Saludos.
Lic. en Psic. Pablo Nuñez

miércoles, 1 de diciembre de 2010

La humildad como actitud hacia el sentido.

El cuestionamiento por el sentido de nuestra vida es propio del ser humano, ya que  nos devuelve una imagen  del mundo, en la  que uno mismo es el protagonista en la construcción de su propia existencia. Porque a pesar de lo que nos suceda podemos encontrar un aprendizaje e incluso un nuevo rumbo para nuestra vida. La clave está en no ser una víctima de las circunstancias, saber que a pesar de todo se vive para algo.
Si bien esta propuesta es difícil (como siempre decimos) no es imposible y juntos podemos descubrir los caminos que nos dirijan a estar más atentos a las preguntas que la vida nos pueda hacer.
Por ello, en esta ocasión trataremos el tema de la humildad como una actitud que permite captar de mejor manera los nuevos sentidos.
En primer lugar, nos introduciremos en la etimología de la palabra, y nos encontraremos que viene del latín contando con dos raíces: “Humus” y “Humiliare”, en la primera nos encontramos con un significado familiar, el Humus, la capa más fértil de la tierra, esta contiene los nutrientes que posibilitan la sustentabilidad de los seres. Por lo tanto podemos ver que a través de esta actitud estamos en contacto con lo más rico y productivo de nuestra persona.
En tanto, Humiliare nos refiere a una actitud de postración frente a la superioridad de otro; si bien puede se pude interpretar como bajeza o incluso humillación, si agudizamos nuestra percepción, nos encontraremos con una doble  cualidad, ser conciente  las propias limitaciones y a su vez, ser lo suficientemente valiente para reconocer positivo de la otra persona.
Por lo tanto, la persona humilde es aquella que tiene los pies en la tierra pero que se eleva por su grandeza de espíritu. Implica también un profundo conocimiento de sí mismo, lo que posibilita una sana confianza en su ser. Tiene la capacidad de reconocer,  tanto sus logros como  sus errores e integrar  la voluntad,  de mantener lo positivo y trabajar en lo negativo.
Pero quizá lo más fascinante sea la cualidad de identificar  la grandeza del otro y rendir sus respetos. Visualiza lo único e irrepetible de cada ser y no tiene dificultades para resaltarlo.
La persona humilde busca constantemente encontrase consigo mismo, para cada vez conocerse más y aumentar su autenticidad.  Gracias a esta dinámica no necesita  aparentar, ni ocultar, ni engañar, ya que posee tal seguridad de sí, que dispone su ser al servicio de los otros. Y a su vez siempre puede aprender de las demás personas.
Como su contrapartida existe  persona Soberbia, que muchas veces exteriormente será mucho más notoria, pero en su interior denota una gran pobreza.
Si partimos de la etimología, vemos que viene de la palabra “Superbus , que significa “El que está por encima”. Podemos observar que estas personas tratan a las demás con desprecio, nunca considerando los distintos puntos de vista e incluso rebajándolos. Muchas veces suelen presentar argumentos poco creíbles, mal fundamentados, infantiles, etc., etc., y a través de la manipulación, el autoritarismo  y el destrato, toman la razón como un trofeo de guerra.
Sin duda alguna, todos estos comportamientos actúan como una sobrecompensación de grandes inseguridades, temores, falta de madurez, etc., pero sobretodo lo que se percibe exteriormente es un gran desconocimiento de su persona.
Este “estar por encima”, que le proporciona un lugar de seguridad, termina siendo su propia trampa, ya que lo mantiene en una constante desconexión de si mismo; de  sus valores, de sus potencialidades, de sus proyectos, así como también de sus pobrezas y errores. Al no poder reconocerlos en sí, tampoco puede hacerlo en los demás.
A la hora de que la vida nos cuestione, la persona soberbia y la humilde tomarán caminos distintos, la primera probablemente se dirigirá por la dirección del enojo, la queja, el desconcierto y no tomar conciencia de su finitud; en tanto la otra se dará cuenta de la posibilidad de cambio y desarrollo que implica, será conciente  de sus valores y recursos para seguir adelante. La persona soberbia no tendrá la capacidad para pedir ayuda ni para aceptar un aporte, en tanto la otra cuando no le quede posibilidades para resolverlo por sí mismo, no tendrá dificultades para solicitar apoyo y lo recibirá de corazón.
Por lo tanto, la Humildad se nos presenta como una actitud sintonía con nosotros mismos, que nos guía para encontrar sentido a lo que nos sucede.
 Tal cual como la tierra, el humilde es fértil en su interior y está al servicio para que su entorno se desarrolle.
(*)Artículo publicado en Revista Vocación. Año 9. Número 37. Diciembre 2010.

martes, 31 de agosto de 2010

Crisis…tiempo para el sentido.



Actualmente hemos oído muchas veces esta palabra, sobre todo a nivel político y económico, donde una crisis en determinado país afecta a toda la aldea global. Al aparecer unida  a lo monetario ha quedado  cargada de connotaciones negativas.
Pero para develar su natural significado, nos introduciremos en lo profundo de su raíz etimológica para allí encontrar nuevos sentidos.  La palabra Crisis viene del griego: Krisis, que a su vez se deriva del verbo Krinein, que significa separar o decidir. Podemos ver como a partir de comprender estos conceptos, comenzamos a tomar una postura distinta con respecto a éste fenómeno.
  Muchas veces entendemos la Crisis como un hecho que nos sobreviene de forma repentina  y trágica,  pero al parecer  está más relacionada con lo reflexivo y discernido que con lo súbito.
Históricamente las crisis han estado vinculadas a fuertes e importantes cambios en el recorrido de la humanidad. Suponen un proceso donde se abandona un antiguo orden para asumir uno nuevo,  cuyo transcurrir genera sentimientos de incertidumbre, inseguridad y desprotección.
También podemos pensar las crisis que naturalmente atraviesan todas las personas a lo largo de su vida, como ser el nacimiento, empezar la escuela, la adolescencia, el abandono del núcleo familiar, la crisis de la mitad de la vida, la jubilación, etc.,  etc. Por lo tanto vemos que Crisis es un concepto que  engloba a los de cambio y discernimiento.
Si pensamos en estas dos nociones nos vamos a dar cuenta que están emparentadas con la idea de Tiempo. Todo proceso de transformación requiere de un tiempo necesario para que se produzcan los frutos. Por ejemplo, una de las más intensas y productivas crisis  del ser humano es la Adolescencia, donde se abandona la niñez para construir una identidad adulta. Y para que sea exitoso éste transcurso  se necesita de un tiempo determinado, que muchas veces no tiene que ver con el reloj.
Por lo general, los procesos de maduración,  crecimiento y  cambio no se pueden medir en términos de tiempo Cronológico (minutos, horas, días, meses,  etc.), sino que  estamos hablando del tiempo personal, el cual se denomina Kairós.
El cual se puede  definir como: “(…)tiempo oportuno de la templanza, de la mezcla propicia, del encuentro y la tensión productiva entre energías productivas y potencias distintas(…)”(Marramao, 2008,pp 15),  entendido de esta manera el Kairós es el “tiempo justo para”, ” el tiempo de…”.

Es por ello que podemos ver a la Crisis como tiempo para  el cambio, una oportunidad que nos da la vida para el crecimiento. Para abandonar viejos estilos de vida y crear nuevos sentidos.
Muchas veces no elegimos modificaciones tan profundas,  estas se imponen en nuestra vida, lo antiguo cae  y somos los responsables de re-construir la propia existencia. Por ejemplo, no está en nuestras manos la pérdida de un trabajo, una separación, la partida de un ser querido,  mudanza, emigración etc., etc., pero si depende de  nosotros como responder a las pruebas que la vida nos presenta.
En estas situaciones de cambio tenemos la vivencia de desorientación y  falta de claridad para discernir, se nos impone la necesidad de encontrar  otros rumbos, caminos,  sentidos. Probablemente antes nuestro sentido de vida estuviera abocado al trabajo, a la familia, la casa, etc., etc., pero la actual situación nos reclama que seamos capaces de vivir nuevos  valores, o sea, encontrarle sentido a este momento particular de la vida.  
Para ello tenemos que apelar a  nuestra actitud, que sí  somos libres para elegirla, y nos permite  salir  adelante centrándonos  en lo que hago con lo que me pasa,  más que con lo que me pasa en sí. En esto reside la dignidad de la persona, en  el poder pararse erguidamente frente a  la vida y no ser un  mero resultado de  vicisitudes de la misma
Tenemos la posibilidad a través de la Crisis (sea de la clase que sea) de ser testimonio cabal de que la vida siempre  tiene sentido, respondiendo ante ella de la manera más humana posible. Atendiendo a lo que nos reclama aquí y ahora, no quedándonos en el pasado, sino atesorándolo y utilizándolo como impulso para seguir adelante.
Luego de este recorrido podemos comprender a la Crisis como un tiempo especial para el desarrollo personal que a través del discernimiento, nos permita encontrar nuevos sentidos a  la vida; donde nuestra actitud es determinante para salir fortalecido. Podremos alegar que aún perdiéndolo todo fuimos capaces de decir “A pesar de todo, si a la vida…” (Frankl).
(*)Artículo publicado en Revista Vocación. Año 9. Número 36. Setiembre 2010.

martes, 24 de agosto de 2010

Vacío y Narcisismo a través de la Televisión


En esta época los medios masivos de comunicación han pasado a habitar  la res social, momento a momento,  día tras día y encuentro tras encuentro,  fueron ganando espacio en nuestra subjetividad. Hasta han llegado ser parte de la cotidianidad, entendida ésta como “quo-tidien”, lo que significa “el cada día”(Protesoni , 2001. Pp 16).
Sin duda alguna la Televisión  continúa siendo el estandarte de estos procesos llegando a todo el mundo. Un género que tiene un gran peso es el entretenimiento, ya que parece imponerse como una alternativa para los tiempos de estrés en que vivimos. Y en relación a nuestra era Posmoderna, el mostrar hasta lo más íntimo  es lo más exitoso (en términos de rating).
Con esto  nos referimos a la gran diversidad de “Shows” que sobreabunda,  ya sea  realitys,  magazines de  chismes, cámaras ocultas, etc., etc. A nivel de nuestro querido Río de la Plata, el programa que reúne todas éstas características y más es “Showmatch”. El cual se ha mantenido por veinte años, sufriendo varias transformaciones pero siempre al tope en los rankings de teleaudiencia. Actualmente se encuentra reproduciendo un formato europeo de concurso de baile. Denominado “Bailando por un sueño” semana tras semana se asiste a un sinfín de conflictos, entredichos, problemáticas, etc., etc.,  que parecen ser más redituables  que el propio arte escénico allí exhibido.
Si bien se ha vuelto cotidiano escuchar “¿viste lo que pasó  ayer en el bailando?”,  algo captó mi atención y fue esto…


Este extraño personaje pronunció un discurso…hizo uso de la palabra y del espacio televisivo para transmitirnos su parecer. Lo  más interesante  fue que  todo el tiempo estuvo  referido a su persona, denotando una hiperinflación de su Yo. Literalmente fue  un discurso Narcisista. Para ejemplificar esto, dos viñetas: “soy la demostración que hay una vida mejor y que la estoy disfrutando yo y no ellos (…)”; “Si estoy aquí es porque el Sr. Marcelo me considera un artista, un gran cantante, un excelente productor, un tipo con mucha facha, elegante y con toda la onda…”
Sin dejar de reconocer que esta persona tiene un claro Trastorno de Personalidad, mi cuestionamiento es acerca de qué condiciones (económicas, sociales, culturales, ideológicas, políticas, etc., etc.) producen sujetos y discursos de ésta clase.
Para pensar apenas una aproximación G. Lipovetsky nos hace un aporte:  “Eso es precisamente el narcisismo, la expresión gratuita, la primacía del acto de comunicación sobre la naturaleza de lo comunicado, la indiferencia por los contenidos, la comunicación sin objetivo, ni público, el emisor  convertido en el principal receptor, está es la lógica del vacío.”(1983, pp 14)
A través de su proclama se produce un borramiento del otro y genera  el regocijo de escuchar sus propias palabras hablando bien de él.  Primer y Tercer persona del singular parecen indiferenciarse y cambiar puestos entre sí. Lo cual nos habla de estructuras a nivel psíquico más laxas y borrosas.
“La patología mental obedece a la ley de la época, que tiende a la reducción de la rigideces así como  a la licuación de las relevancias estables, la crispación neurótica ha sido sustituida por la flotación narcisista.”(Idem, pp 76).
 El Narcisismo entre otros procesos, son la base  para la producción de  sujetos posmodernos y la televisión actúa como catalizador de dicho fenómeno. Constantemente se reproduce el circulo vicioso de la difusión de determinadas  imágenes que generan   múltiples identificaciones, que a su vez  crea una subjetividad consumista, hedonista, narcisista, etc., etc.,  y todo ello puesto al servicio del mercado.
Un elemento tan cotidiano  e inocente como la Televisión, a la  cual estamos expuestos algunas horas de nuestro día,  está  encargada de grandes transformaciones a nivel Psíquico y Social. Como vemos tiene un gran poder…pero no más  del que estemos dispuestos a darle, y aquí entra el cuestionamiento de ¿Qué es lo que hacemos con nuestro tiempo libre?
Entendido  como el momento del día que está más libre de condicionamientos externos, o sea, que  no se van  a generar  grandes inconvenientes   si en ese lapso   no se atienden   las obligaciones más urgentes.
A su vez es importante considerarlo como una oportunidad propicia para dar Sentido a nuestra vida , pudiendo realizar una actividad gratificante y autotrascendente. A propósito de esto Viktor Frankl nos dice: “vivimos en una época de reciente automatización y esta lleva consigo un incremento del tiempo libre disponible. Pero no hay solo un tiempo libre de algo sino también un tiempo libre para algo; el hombre existencialmente frustrado, sin embargo, no conoce nada con lo que podría llenarlo, nada con lo que podría rellenar su vacío existencial.”(Frankl, 1997.)
Si bien estamos expuestos constantemente al aburrimiento, existe siempre la posibilidad de hallar  vestigios de Sentido, pero ello es únicamente responsabilidad nuestra.  
De esta manera ante las propuestas vacías de contenido, que muchas veces tiene para ofrecernos la televisión, debemos  responder creativamente, buscando otro tipo de alternativas para hacer de nuestro tiempo libre una propuesta que nos permita desarrollarnos personalmente.

sábado, 29 de mayo de 2010

Seriamente con humor.


En este nuevo encuentro trataremos un tema tan cotidiano, que constantemente hacemos referencia a él, y tan extraordinario como para aportar a nuestra calidad de vida; hablamos del Sentido del Humor.
Para comenzar a comprender este maravilloso recurso del ser humano,  profundizaremos en su etimología, que proviene del latín: “umor: líquido, que, a su vez,  procede de umidus: ser o estar húmedo” (Castellá, 2006, pp 45.).
En la antigua Grecia, se creía que los estados de ánimo dependían de determinados líquidos que recorrían el cuerpo humano, estos eran: la bilis negra, que se asociaba con la melancolía; la bilis amarilla, relacionada con la ira; la sangre, referida a  la pasión, y por último,  la flema que representa el tipo de carácter más tranquilo y frío.
A través de éste recorrido histórico de la palabra, podemos ver que el humor constituye una parte privilegiada en la personalidad del ser humano.
En la actualidad, observamos que no es tan así, ya que vivimos en una sociedad tan pre-ocupada,  donde lo verdaderamente valorado,  es  aquello que se hace de forma “seria” y con  ceño fruncido.  Debo agregar a esto nuestro “ser uruguayos”, que muchas veces  consiste en ver la vida de color gris. De esta manera, se relega al humor a un lugar de poca importancia, donde es sinónimo de inmadurez y de no tomarse la vida en forma juiciosa.
A partir de lo anterior surgen las siguientes preguntas, ¿A qué nos referimos realmente cuando decimos Sentido del Humor?, ¿Puede tener un Sentido el humor?, ¿Cómo  encontrarlo?, ¿El humor nos permitiría ver la vida de otra tonalidad?, ¿Visualizarnos a nosotros mismos de otra manera?, ¿Y a los otros también?
Para comenzar a responder a estas preguntas, tenemos que hacer una distinción entre lo que es humor  y lo que no,  ya que muchas veces solemos confundirlo con sus distintas expresiones.
Podemos decir que no es humor,  aquello que esté referido a la ironía y la burla, ya que éstas suelen acentuar los defectos del otro ridiculizándolo.
Humor tampoco se encuentra en  el chiste o la broma, más aún cuando son de mal gusto.
En cuanto a la risa y  la carcajada son reacciones fisiológicas, que a veces usamos cuando estamos  nerviosos y queremos salir de una situación embarazosa.
Luego de haber hecho éstas distinciones, la reflexión nos lleva a decir que el verdadero sentido del humor, nace de una forma positiva de ver la vida. Dicha actitud permite afrontar nuestras dificultades de una manera equilibrada, o sea, dándole su justo lugar a los acontecimientos,  sin exacerbarlos, ni minimizarlos.
Además el humor adquiere sentido cuando podemos tomar distancia de nosotros mismos y tener otra mirada.
Esto se denomina como Autodistanciamiento y  se “refiere a la habilidad de salir de uno y contemplarse a sí mismo “desde afuera” (Fabry, 2001, pp20).
También lo entendemos como “la capacidad de tomar distancia de las situaciones exteriores, de ponernos firmes en relación a ellas; pero somos capaces no solamente de poner distancia con el  mundo, sino también con nosotros mismos”[1]
El poder vernos a distancia, nos permite comprendernos de una manera más amplia, aceptando nuestras dificultades.
Muchas veces estamos muy adheridos a un problema y no podemos visualizar otras posibles soluciones; que las encontramos si nos separamos de nosotros mismos  y de la situación en sí. Muchas veces cuando pintamos una pared tomamos distancia, para ver por donde tenemos que seguir, autodistanciarse se trata de eso.
Cuando  nos podemos observar en perspectiva, nos damos cuenta que además de  nuestros defectos, tenemos virtudes y eso hace que,  nos relacionemos con nosotros mismos de una manera más sana. Esto redunda en la maduración de nuestra personalidad. Y en la medida que nos desarrollamos como persona, podemos generar vínculos más sanos con nuestro medio.
A través del humor, accedemos a éste recurso del ser humano que le permite tener una visión más sabia de sus vicisitudes, y afrontarlas con una actitud positiva. De esta manera, es que nos podemos reír de nosotros mismos. Y en cuanto a lo que la vida nos ponga como interrogante,  responder de una manera más asertiva. Una mirada que contemple distintas opciones, y le otorgue la importancia debida a cada situación. Al decir de Platón: “Quiero decir que solo lo serio debe tomarse en serio,  lo no serio, no”       
El humor es un modo de expresar la relación con la vida. El humor contribuye a que nuestra existencia se despliegue con fluidez. Humecta la sequedad del corazón. Riega la aridez de la personalidad. Humidifica el ánimo evaporado de optimismo. Hidrata el carácter reseco y calma la sed de bondad. Ya que el humor rocía a la existencia de gracia, alegría, ingenio, agudeza, jovialidad y finura. En síntesis, el humor es la savia de la sabiduría”(Castellá, 2006, pp45.)
El verdadero Sentido del Humor nos permite,  enriquecernos como persona, construir nuestra existencia de una forma más sana y transformar nuestro ambiente en un lugar más confortable y apacible. Por lo tanto, vivamos nuestra vida seriamente con humor.

(*)Artículo publicado en Revista Vocación. Año 9. Número 35. Mayo 2010.


[1] Frankl, V, en Castellá, G: “20 Formas sanas de responder al insulto” Buenos Aires, Ed. San Pablo. 2006. Pp. 37.