En esta ocasión trataremos un fenómeno muy humano, la Envidia, tan antigua como la historia misma, y generadora de tantas dificultades a nivel personal, familiar y hasta social. Para comenzar a comprender las distintas aristas de este tema, iremos a las raíces etimológicas de la palabra, lo que nos permitirá conocer su significado más profundamente, “envidiar encuentra su raíz en el latín invidere: mirar con malos ojos, ver con disgusto el bien ajeno.”(Castellá Gabriel. “La Concepción y el Sentido de la existencia.” Ed. San Pablo, Argentina, 2006. Pag 310).
Este “mirar con malos ojos”, envuelve al envidioso en un cúmulo de sentimientos negativos, nublando su visión de tal manera que, lo que el otro tiene o lo que el otro es, se vivencia como una injusticia; en el sentido de que esa persona no se lo merece, y más aún que lo tendría que tener la persona que envidia.
Todo aquello que es percibido como una injusticia, despliega en nosotros un sentimiento de ira y que se traduce en agresión. De esta manera, podemos ver que por lo general, el envidioso o la envidiosa, es una persona conflictuada, que constantemente está haciendo comentarios cargados de mordacidad, acidez, aspereza, etc. Podemos observar como esta se percibe ante los demás como inferior, generando en ella minusvalía, victimización, baja autoestima; por lo general tienden a la ansiedad, stress y depresión.
La persona envidiosa posee la angustia de ambicionar una vida que no es la suya, lo cual hace que sienta, tal vez sin darse cuenta de ello, disconformidad con su propia vida, familia, pareja, personalidad, etc. Pero la cuestión aquí sería, si se tiene dicha vivencia, ¿por qué no hacer algo para cambiar tal situación? Pero lo que caracteriza justamente a éstas personas es que pretenden “con la envidia, los logros eludiendo los méritos que lo posibilitaron”. (Idem).
Esto nos pone de cara con dos cuestiones bien humanas, primero: pretender la “vida” de otro, hace que no prestemos atención a la nuestra; segundo: pretender lo de otro, sin los esfuerzos necesarios, hace referencia a la responsabilidad que tenemos frente a nuestra propia vida.
Con esto, queremos decir que pretender la vida de otro, es caer en un error, ya que los seres humanos somos esencialmente distintos; esto que parece tan obvio, no lo es. Para entenderlo mejor, nos basaremos en una forma muy esperanzadora de ver al ser humano que es la Logoterapia. Lo que nos trasmite esta Escuela de Psicoterapia (cuyo creador es el Dr. Viktor Emil Frankl 1905-1997) es que el mismo es Único e Irrepetible.
Esto quiere decir que, como nosotros no hay otro igual, con nuestras fortalezas y debilidades, con nuestros dones, con nuestra forma de ser, etc., o sea, para un ser querido, no da igual si estamos o no estamos en este mundo; una determinada tarea no puede ser llevada adelante de la misma manera, con la misma impronta, con la misma creatividad o con la misma actitud por dos personas.
“La riqueza de la afirmación de lo único es la base indispensable que posibilita la amistad y el amor auténticamente humanos: descubrir que tú eres tú y yo soy yo(…)” (Pareja Herrera, Guillermo: Viktor Frankl. Comunicación y Resistencia. Ed. San Pablo. Buenos Aires. 2006. Pag.138.).
La unicidad se vuelve descubrimiento aún más valioso, cuando nos damos cuenta que somos los únicos responsables por realizar nuestro proyecto de vida, nadie puede hacer por nosotros, mas que nosotros mismos. Esto nos enfrenta con otro concepto muy importante para la Logoterapia que es la Responsabilidad, entendida como una capacidad propiamente humana; cuyo significado etimológico es habilidad para responder (respons habilitas.)
Esta es una forma novedosa de entenderla, ya que por lo general somos nosotros los que constantemente estamos preguntándole a la vida: ¿Por qué a mi?, ¿Por qué no a mi?, ¿Por qué ahora? etc, etc., y lo que nos plantea la Logoterapia es que la vida es quien nos cuestiona.
Muchas veces tenemos que enfrentar situaciones que no las elegiríamos, pero lo que si podemos elegir, es como responder a ellas, y esto lo hacemos con las decisiones y actitudes que todo el tiempo estamos tomando hasta en las cosas más sencillas; somos nosotros los que elegimos si dar la mejor o la peor respuesta. Es de esto se va construyendo nuestra existencia.
(…)en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino que la vida espere algo de nosotros.(Frankl, Viktor. “El hombre en busca de sentido”. Ed. Herder. Barcelona. 2004. Pag 101)
A través de estos conceptos, podemos ver como “pretender la vida de otro” y “querer eludir los esfuerzos que posibilitaron los logros”, lleva a la persona que envidia a un error fatal, que no permite su desarrollo personal. Porque, de esta manera pierde contacto con su unicidad e irrepetibilidad, y responsabilidad frente a su propia existencia.
Para finalizar, si todos somos esencialmente únicos, con dones distintos y estamos llamados a realizar nuestro sentido de vida de formas distintas, no es necesario envidiar. Lo que si tenemos que hacer es, ser lo suficientemente valientes para fijarnos en nosotros mismos, en lo positivo que todos tenemos y potenciarlo, pudiendo responder ante la vida de la mejor manera.
Pablo Nuñez Larrañaga-Licenciado en Psicología.
Mail: pablonular@gmail.com
(*)Artículo publicado en revista Vocación. Año 9, num 34. Marzo 2010.